Aspirando a un mundo mejor, Mafalda nos ayuda a enfrentar las dificultades de cada día con un espíritu infantil y contestatario.
Todos los argentinos leyeron en algún momento de sus vidas a la ocurrente Mafalda. Una niña sin paragón, con fuertes reflexiones sobre la vida y la política que siempre anda acompañada por su familia y sus amigos.
Desde su tierna inocencia hasta su rechazo por la sopa, es un personaje que ha sabido cautivar a multitudes alrededor del mundo. Mafalda comparte las preguntas y perspectivas de su creador Quino, Joaquín Salvador Lavado Tejón, y surge después de los períodos dictatoriales en la sociedad argentina.
Además de “querible”, es un personaje con el que todos se identifican ya que se rebela contra el mundo moldeado por las generaciones previas. Trata cuestiones que todavía hoy plantean desafíos en nuestra comunidad y, a través de su mirada perspicaz, nos acerca a problemáticas irresueltas. Los personajes que rodean a Mafalda también han llegado a convertirse en símbolos de distintos estratos de la sociedad, que ponen en evidencia los diversos cambios de los años sesenta.
La belleza de la obra de Quino puede ser admirada a cualquier edad y, si bien conserva ciertos localismos de la Argentina donde nació, ha sido estudiada y utilizada en distintas partes del mundo.
Si bien su autor se muestra reacio al empleo de su personaje por fuera de la tira, este ha sido blanco de apropiación para múltiples fines, tanto pedagógicos, como políticos y de denuncia social.
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