“Pero ¿dónde carajo estás?” así empieza la novela de Los cansados escrita por Michele Serra y publicada en el 2013; dejando en evidencia a un padre que no sabe dónde se encuentra su hijo ni geográfica ni mentalmente. El esfuerzo por un reencuentro, en alguno de los dos planos, atraviesa la novela a medida que aquella ansia por compartir un momento lleva al narrador a querer convencer a su hijo de que lo acompañe en un viaje para reforzar los vínculos que alguna vez estuvieron allí, y porque está seguro de que él sabe lo que es mejor.
La importancia de que padre e hijo vayan al Paso de Nasca se repite a lo largo de la historia como establece la tradición en su familia.
“Daría cualquier cosa por poder sentarme contigo, en un momento cualquiera de nuestra vida, ante el mismo paisaje, y compartir en silencio su forma y su disposición.”
Entre las vicisitudes del rol paterno, la figura siente la tensión entre imponer una autoridad ineficaz y ser endeble, y confiesa que reflexiona acerca de la incomprensión que le produce la generación de su hijo y la evolución de los roles según sus recuerdos. Reconoce su falta de autoridad ante el crecimiento que aparece ante sus ojos y que se le escapa de las manos, irrecuperable.
El personaje construido por Michele Serra evoca a cada adulto preocupado, que desesperadamente lo intenta todo por ser esa figura ideal que desaparece en la adolescencia. Su hijo es uno más de aquellos niños que adolecen la pérdida del héroe de su misma sangre y que empiezan a buscar su propia identidad.
El título refiere a la cansada generación de mayores que intentan comprender a la cansada generación de los jóvenes. El tratamiento que hace el autor de las dicotomías es rico en su capacidad de relación con la realidad y su tierna disposición. Una de las críticas que más me ha gustado es sobre el narcicismo de las masas a través de la compra de buzos, crítica encubierta al fenómeno de Abercrombie & Fitch de hace unos años, que busca sintetizar los valores de una generación.
“(Autoridad: en torno a esta palabra organizo, desde que naciste, congresos tan pomposos como inconcluyentes. Cada uno de los oradores tiene mi cara, es una asamblea de mis cascajos intelectuales buscando la unidad perdida)”.
Su esquizofrenia, como la describe el narrador, se basa en la indecisión ante socorrer o regañar; y confluyen en su persona tanto las debilidades de una madre como de un padre. Los lectores podrán fácilmente identificarse con una u otra figura y la temática de la convivencia entre personas que pertenecen a tribus muy distintas.
Entre nuevos diagnósticos psicológicos y el consumismo perfecto, el padre rememora su infancia y los límites que a él le eran impuestos para reflexionar sobre los drásticos cambios generacionales.
“no tenían ni idea de todos los aspectos psicológicos relacionados e implicados, ni cuántas patologías del aprendizaje existen en el mundo, la de castigos innecesarios y estúpidos que podrían haberse evitado, por supuesto tendríamos que estar mucho más pendientes de estos chicos, pero quién tiene tiempo, y además de nosotros, cuando íbamos al colegio, ¿quién estaba pendiente? ...”.
Con comicidad, el padre despliega la idea de que la clase dominante en Occidente será la que conforman los viejos, y admite sentirse abrumado por los desafíos que plantea la paternidad hoy. Su intento por dilucidar la incomunicación con su hijo se basa en dos hipótesis: Una reedición del antiguo conflicto entre padres e hijos o la rotura del último eslabón de una cadena. La segunda hipótesis que plantea es lo que lo mantiene en vilo pues ¿quién se encargará de pasar las tradiciones ahora que los viejos trabajan mientras los jóvenes duermen?
Finalmente, podemos recibir esta historia con brazos abiertos ya que toca una fibra esencial de nuestras existencias: la relación con nuestros padres o como padres, y la incomprensión y el aislamiento que se producen en un período de la vida. Los debates internos que libramos entre querer, deber y poder nos acompañan a lo largo de esa tarea que nunca acaba y que busca guiar, educar, seducir y conducir al mismo tiempo.
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