Con una invitación a mirar el futuro, Santiago Bilinkis analiza el presente con lentes críticos para despertarnos de nuestra somnolencia.
El autor, Santiago Bilinkis, comienza su estudio Guía para sobrevivir al presente (2019) invitando al lector a desactivar las notificaciones y guardar el celular en un cajón. También se compromete a “hacer un libro ajustado a la brevedad de atención, a la fugacidad y a la dispersión que caracterizan nuestra época”.
Bilinkis explora distintos aspectos de nuestras vidas que han sido impactados por las nuevas tecnologías, en algunos casos sin habernos dado cuenta de ello. Desde el rol de los padres hasta el de las empresas, el futuro del trabajo, la educación y la felicidad; la travesía es familiar y al mismo tiempo alarmante.
¿De tecnologías amigas a enemigas?
Por empezar, la primera parte del libro exhibe cómo nuestros cerebros responden a las tecnologías que nos dominan hoy y cómo su objetivo principal es mantenernos la mayor parte del tiempo cautivados. No hay nada gratuito en el uso de estas tecnologías, lo que intercambiamos inconscientemente es una gran carga de atención e información personal. Es tan certero el hecho de que todos se disputan tu recurso más escaso (tu tiempo) que el CEO de Netflix, Reed Hastings, anunció en el 2017 que su mayor competidor era la almohada. Así es: el sueño, una de nuestras necesidades básicas, atenta contra las ganancias de las grandes empresas tecnológicas.
Si esta forma de esclavitud no nos llama la atención, ¿qué hay del nombre de uno de los dispositivos más conocidos hace tan solo unos años? El Blackberry, cuya denominación coloquial viene de la bola de hierro que se ataba a los tobillos de los presos.
El autor explica cómo estas empresas se están convirtiendo en la mayor plataforma de influencia masiva jamás creada, “por encima de la propaganda política o la religión”.
Existen hoy día laboratorios especializados para estudiar cómo incrementar nuestro engagement, como el Persuasive Tech Lab de la universidad de Stanford. El truco está en que las redes sociales nos generen un sentido constante de ansiedad o FOMO (fear of missing out) como se lo conoce comúnmente.
“El teléfono celular es la primera herramienta en la historia que, cuando la usás, ¡también te usa a vos! Es la primera que tiene una “agenda propia””.
Lo más peligroso es que el uso de estas tecnologías termina creando o incrementando nuestros sesgos cognitivos, estableciendo una brecha digital entre el que sabe cómo funcionan los algoritmos y qué mecanismos existen para manipularnos y el que no. La veracidad de la información se ha tornado en un aspecto cada vez más difícil de discernir y se necesitan nuevas herramientas y estratagemas para educar a las poblaciones sobre este fenómeno. En palabras del autor: La clave para lidiar con nuestros sesgos cognitivos es, por lo tanto, conocerlos.
“¿Qué pasará en el mundo del “ver para creer” cuando ya no podamos creer en nada de lo que vemos?”
Además de desarrollar la habilidad para analizar la información que leemos, el mundo se tornará más complejo a medida que aumenta el peligro de las réplicas digitales. “Mantenerse alerta y buscar información sobre los mecanismos seguramente sea una necesidad permanente de ahora en más”.
Yo quiero tener un millón de amigos
Otro aspecto preocupante del uso de las redes sociales es cómo afecta nuestros instintos y comportamientos. En la actualidad hay un exceso de comunicación que genera un déficit en la conexión entre las personas. Además, la irrupción de likes e influencers en las redes lleva a responder a nuestra tendencia psicológica a la reciprocidad, el incremento del cyberbulling y un grado de exposición incomparable a tiempos pasados. Así de “pueblo chico, infierno grande”, hemos pasado a “mundo grande, infierno enorme”.
“Así como nos vestimos y nos arreglamos para salir a la calle, nuestro álter ego digital genera también la desgastante necesidad de un constante maquillaje”.
Cada vez más se pone en evidencia la necesidad de aclarar que lo que vemos en las redes no es la realidad. Incluso, y no sin ser criticados, muchos influencers han optado por mostrar la otra cara que no suelen mostrar en Facebook o Instagram y se han animado a hablar de cómo el mundo de las redes se ha vuelto cada vez más dependiente de los likes y los ha alejado del foco donde comenzaron.
Cómo vivimos la sensibilidad en el mundo de hoy, con experiencias como el ghosting o las aplicaciones para encontrar pareja u otras cosas, nos habla sobre una creciente falta de tiempo para ir a buscar lo que queremos encontrar. No hay tiempo que perder y la comodidad está al alcance de nuestros dedos. Tiene sus ventajas para nosotros los consumidores pero no olvidemos preguntar ¿a qué costo y quién se beneficia? El negocio de la empresa no es que encuentres el amor sino que estés siempre buscándolo, o siempre comprando por Amazon o Mercado Libre. De esta forma, se genera un patrón impulsivo donde compramos y descartamos rápidamente más de lo que necesitamos o podemos consumir.
“Nuestra mayor disposición a mostrarnos vulnerables con un robot antes que con una persona dice mucho de la época en que vivimos.”
Prepararnos para un mundo que no conocemos
Con el advenimiento de la inteligencia artificial, el mundo del trabajo como los conocemos hoy será transformado radicalmente en las próximas décadas. Si antes la experiencia era el mayor valor que un empleado podía ofrecer a su empleador, ya no lo es más. La flexibilidad, el aprendizaje continuo y la innovación pasaron a ser las características más buscadas (también conocidas como habilidades blandas); esto se basa en que la actualización por encima de la experiencia se vuelve clave para ser competitivo.
La cita que toma Bilinkis de Alvin Toffler “los analfabetos del siglo XXI no serán quienes no sepan leer y escribir, sino quienes no sepan aprender, desaprender y reaprender” ilustra las nuevas necesidades que aparecen asociadas a una nueva sociedad cada vez más impactada por los efectos del deep learning.
Los expertos se plantean hoy si lo más inteligente para los trabajadores será prepararse para ser “centauros” y aportar una cuota de empatía a trabajos cada vez más robotizados. Este término refiere a un ser humano trabajando en conjunto con una máquina para realizar tareas y no simplemente que la máquina reemplace al trabajador. Hasta llegamos a preguntarnos si la creciente presencia de los robots los volverá aliados de los humanos y les dispensará más tiempo libre; o si habrá un salario básico universal junto a una redistribución de las tareas más equitativa.
Traer nuestra humanidad al puesto de trabajo nunca ha sido tan importante como ahora. Ante un mundo que amenaza con reemplazar a todos aquellos cuyo trabajo es mecanizado, impresiona la velocidad con la que las máquinas pueden aprender más que nosotros y más rápido. Algunas de ellas tendrán una ética diseñada por algoritmos.
¿Cuál será nuestra función entonces? ¿Cuánta humanidad tiene hoy tu trabajo?
Esta visión de un mundo futuro ya está generando ciertas incomodidades en los sistemas educativos del mundo. El acceso a la información es mayor que nunca y por esto las instituciones educativas deben encontrar la forma de reinventarse para seguir ofreciendo sus servicios de distintas maneras. El intercambio es mayor pero ¿seguirán teniendo sentido a futuro? Lo que más impresiona es quizá que la generación de los jóvenes es tan ajena a lo que viene como los adultos, y la trayectoria educativa ha dejado de verse limitada a la escuela y una carrera de grado.
Ahora se espera que la decisión para invertir en ciertas personas esté guiada por su compromiso con el lifelong learning (aprendizaje de por vida) y que haya una actualización constante. Esto se debe a que vivimos en la era del skill gap (brecha de capacidades) donde el riesgo de obsolescencia arranca un minuto después de ser contratados.
Ante este panorama, el autor nos invita a reflexionar sobre nuestra profesión y nuestra vida para ser capaces de vivir felices en medio de una vorágine que se prolongará en los tiempos venideros.
Comments