María Brunswig de Bamberg cuenta en Allá en la Patagonia la conmovedora historia de su familia, inmigrantes alemanes radicados en Argentina en 1923.
“Se dice que el que una vez comió del calafate, siempre volverá a la Patagonia. Puede ser, porque esta tierra, por ruda, inhóspita y difícil para vivir que sea, ejerce un poder casi mágico sobre sus habitantes”.
Es imposible no detenerse a pensar cuando uno lee este libro, todo lo que significa ser un inmigrante y el doble esfuerzo que implicó para los que se radicaron en la inhóspita Patagonia argentina.
Los parajes son descriptos como solo los hemos imaginado, con la naturaleza al alcance de los dedos y las deprivaciones en la garganta. Con vecinos que se tornan familia en paisajes solitarios y viajantes que entretienen y obstruyen al mismo tiempo. Todo pareciera haber sido incierto en aquella época en la que la familia Brunswig decidió radicarse en las vecindades del Lago Argentino por un tiempo. Cuenta la autora que siempre estaba la intención de volver a Alemania y que esta era simplemente una experiencia de la tan renombrada “inmigración golondrina”.
Otro detalle que impacta a lo largo de la historia es la manera en que fluía la información. Las tan deseadas cartas que a veces se veían interrumpidas por la crecida de un río o inviernos extendidos, la correspondencia con los familiares lejanos que no tenían forma de ver sino a través de las palabras los entornos que rodeaban a sus seres queridos. En esa época, el auto del correo era la medida del tiempo y el poder de la palabra escrita un aliciente para soportar largas esperas.
La corrupción ya se adentraba de manera sistémica en el país y esto se ve expuesto con el robo de paquetes para Navidad que generaba indignación en los recién llegados.
También las ideologías y los asuntos internacionales se colaban en la vida cotidiana. Las opiniones sobre el crecimiento del nazismo en Alemania llegaron a oídos de la familia y cómo los acérrimos nacionalismos propios del pensamiento del período se ven expuestos.
El libro Allá en la Patagonia se estructura a partir de una serie de cartas y memorias, la mayoría entre la madre de la autora, Ella Hoffmann, y la madre de esta, “Mutti”. Las privaciones a las cuales se ve expuesta Ella contrastan con el tipo de vida que ella conoce. “Yo no estaba preparada para el papel, mejor dicho, para el oficio, de una mujer de campo”.
En el nuevo mundo, el lavado de la ropa llevaba quince días, encontrar a una institutriz para sus hijos era toda una proeza y el aislamiento presentaba nuevos desafíos y adaptaciones. No solamente el aislamiento físico sino también el lingüístico. Cuenta Ella que si los analfabetos se separan de los suyos, no tienen manera de comunicarse.
“Nos llaman los gringos”
La recopilación de las cartas de Ella arma un lienzo que refleja a un país con una población casi diezmada de indígenas, una gran tasa de analfabetismo y un lugar profesional y educativo poco privilegiado para la mujer.
“Y lo que me parece peor, los indígenas se avergüenzan de su identidad. Su lengua es despreciada, aunque es un idioma hermoso, de muchas vocales, muy distinto al castellano, casi se asemeja al alemán en su tonalidad. Es una pena muy grande”.
Es un “país raro pero simpático” donde la familia adopta tradiciones tales como comer con facón la carne del asador. Mientras los gringos se maravillan por las bellezas naturales de su entorno, la gente local muestra asombro ante la salida de agua de un grifo o se preguntan qué es lo que come el pajarito del reloj cucú.
“Los colores más increíbles que iban del amarillo más tenue a un naranja intenso, del rosado y del rojo hasta el verde, constituían un espectáculo que nunca me quería perder. Y cuando a ese cielo lleno de colores lo cruzaba una bandada de flamencos rosados, el espectáculo era casi sobrenatural”.
Además de ser una tierra con cielos como “océanos de fuego”, es generosa a la vez que hostil y no enseña a sus hijos lo que es la codicia y las apariencias. Resulta esclarecedor cómo algunos mitos que antes circulaban ya se han degradado, como el del cóndor cazando corderitos.
Últimas miradas desgarradoras
Quizá la escena de las despedidas entre familiares haya sido una de las que más me ha tocado en este libro. Sea porque imagino a mis propios abuelos experimentándolo, sea porque todo lo que rodea a aquella gente forma parte de un bullicio normal pero en realidad por debajo de la superficie los involucrados saben que nada va a ser igual.
“El viaje a Alemania”, de confín del mundo a la tierra prometida. “Al principio era más un juego de la fantasía que un plan que alguna vez pudiera concretarse. Pero sucede que no pocas veces los planes que concuerdan con nuestros anhelos íntimos adquieren contornos concretos y las circunstancias, poco a poco, se amoldan a los planes.”
La familia Brunswig se ve obligada a cambiar el rumbo de sus planes y adoptan a la Argentina como nuevo hogar, aunque solo con la generación de los hijos se producirá la identificación con el nuevo espacio. Ella se convirtió en la primera enfermera del Hospital Alemán en Buenos Aires mientras su familia prosperó mientras el viejo mundo se derrumbaba. Entre tantas historias de desarraigo, la otredad se vuelve un sentimiento con el cual uno hace las paces. Algunos inmigrantes salen vencedores y otros no llegan a buen puerto, pero sus vidas se ven definidas por el momento tal vez exangüe o esperanzador en el que dejan de pisar la tierra natal.
Comments