Margaret Atwood retrata un mundo donde las mujeres ya no pertenecen a ellas mismas subyugadas a un régimen totalitario.
Cuando decidí leer El cuento de la criada, me atrajo la “ficción especulativa” (en palabras de la autora) de una sociedad donde las mujeres eran reducidas a roles específicamente biológicos. Esta idea me hacía eco por los planteos del movimiento feminista en el último tiempo y las discusiones que se vieron revitalizadas con respecto al aborto en varios países.
De modo que me dio curiosidad cómo iba este libro a abordar estas problemáticas en un mundo distópico. No me decepcioné con mi elección de lectura. Al decidir no ver las interpretaciones que se han hecho de la historia en otros formatos, disfruté de poder tener una visión que iba a ser fresca y no sesgada.
En el año 2019, Margaret Atwood acaba de publicar The Testaments, obra que busca continuar con los sucesos de El cuento de la criada. Nacida en 1939, la autora explica cómo creció en un mundo donde “los órdenes establecidos podían desaparecer durante la noche” y fue una Alemania dividida el escenario en el cual escribió la novela. El icónico muro de Berlín aparece en la sociedad creada por Atwood, estableciendo un “adentro” y un “afuera”, donde las criadas no pueden obtener información sobre lo que sucede del otro lado, salvo que alguien se infiltre en su entorno.
“Durante mis visitas a varios países detrás de la Cortina de Hierro - Checoslovaquia, Alemania del Este – Experimenté la cautela, el sentimiento de que era espiada, los silencios, los cambios de tema, las maneras oblicuas en que la gente podía transmitir información, y éstas tenían una influencia en lo que yo estaba escribiendo”.
Cuando la autora decide distanciarse del término “ciencia ficción”, lo hace con la intención de representar una situación que podría pasar con los medios que están a nuestro alcance.
La acción toma lugar en Cambridge, Massachusetts, donde la República de Gilead ha sido establecida siguiendo el modelo de la sociedad puritana del siglo XVII. Margaret Atwood explica que El cuento de la criada no es “antireligioso” pero sí se opone al uso de la religión como pantalla para la tiranía. Extrayendo inspiración de eventos de la vida real como “ejecuciones grupales, leyes suntuarias, quema de libros, el programa Lebensborn de la S.S. y el secuestro de niños por generales argentinos” entre otros, expone los peligros de lo que la filósofa Hannah Arendt llamó "la banalidad del mal".
Es quizás esta “ficción especulativa” la que crea sucesos más ominosos y atractivos. ¿Podríamos convertirnos en esta sociedad de nuevo algún día? El uso de símbolos religiosos (la novela hace uso de varios símbolos bíblicos), los colores y diseños de la vestimenta para identificar y controlar a las personas, y los nombres de las criadas son tan solo algunos ejemplos de herramientas empleadas al servicio de la tiranía en una sociedad patriarcal. Es el color de la sangre el que define a las criadas, un tono visceral que alude a la sangre de dar a luz y el riesgo a que la vida sea arrebatada. Actúan como cálices de sangre, como víctimas de sacrificio.
Los nombres de las criadas están compuestos del nombre del hombre al que pertenecen. La acción se centra en Offred (“Of Fred”), nuestra criada protagonista que nos introduce a los mecanismos y reglas de esta nueva sociedad y, a través de sus retrospecciones, llegamos a saber que ella vivía la vida que llevamos hoy. Era imperfectamente feliz una vez, con su esposo, su hijo y un trabajo. Cuando narra cómo comenzaron las primeras señales de cambio y las partes de su vida comenzaron a derrumbarse, podemos traducir este proceso autoritario a otros ejemplos de la vida real. Es interesante y terrible al mismo tiempo cómo la arena movediza puede tragar tan rápido.
Una de las principales oposiciones en la novela es la diferencia entre los roles de las criadas y el de las Esposas. Ambos están legitimados dentro de la nueva sociedad pero las Esposas están casadas con comandantes de alto rango, mientras las criadas son intercambiadas de un comandante a otro con el solo propósito de engendrar un hijo. Se las trata como vasijas sagradas y deben llevar a cabo el acto en la presencia de la Esposa, al mismo tiempo que deben cuidar de sus cuerpos sobre todo. Mientras tanto, las Esposas deben mantenerse ocupadas tejiendo, como Penélopes atrapadas por sus esperanzas o encontrar otra manera de escapar a través de un pasatiempo inútil. Se categoriza a las mujeres binariamente como infértiles o fértiles y esta clasificación biológica es algo que podemos imaginar perfectamente en nuestra historia no tan lejana. La utilidad de una mujer dependía muchas veces de su capacidad para producir descendientes.
“El control de las mujeres y sus bebés ha sido una característica de cada régimen represivo del planeta”.
Uno puede estudiar en detalle el uso de los cuerpos a través de este libro, cómo las criadas deben estar protegidas de la mirada de los otros y cómo ellas mismas no pueden mirar, se mantienen cabizbajas, leyendo labios y “susurrando sin sonido”. Offred sabe que su cuerpo puede ser usado como compensación, conoce su valor pero al mismo tiempo trata de no pensar demasiado: “Como otras cosas ahora, el pensamiento debe ser racionado”. Es alarmante cómo lo que solía ser una mujer independiente y de pensamiento libre, empieza a perder sus libertades ante un sistema gobernado por hombres; incluso la primer pérdida que experimenta, al estar sin trabajo y depender del salario de su esposo, ya configura el tono de lo que vendrá. Hasta estar sujeta a su marido es el inicio de todas las otras subyugaciones.
Es así cómo Offred deja de ser una persona viviente que ha nacido y se vuelve una cosa despojada de todas las emociones.
“Espero. Me compongo. Mi persona es una cosa que ahora debo componer, como uno compone un discurso. Lo que debo presentar es una cosa prefabricada, no algo que nació”.
¿Qué sucede del otro lado?
La idea de otredad permea toda la narración. Las criadas son toleradas en una casa por un tiempo determinado, pero nunca dejan de ser foráneas. Hay otros observando todo el tiempo y el suspenso de la trama recae en esta inseguridad sobre quién pertenece a qué lado. ¿Y hay lados después de todo? ¿Existe realmente una oposición subterránea? ¿Qué está pasando detrás de los muros que encierran a Offred? Su familia se ha convertido en un “otro” fuera de contacto.
Al elegir el título para la novela, Margaret Atwood ha elegido honrar Los cuentos de Canterbury de Chaucer y al mismo tiempo refiere al punto de vista del personaje principal, una sobreviviente que narra una historia increíble. Será interesante leer la continuación y descubrir si este testimonio generará un impacto en las generaciones posteriores.
La lucha por el poder y el estatus trae confusión sobre por qué estamos luchando, ¿existe realmente una salida? Y si nos atrapan, ¿estamos entrando en la oscuridad o la luz?
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