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Distancia de rescate

Samanta Schweblin expone nuestras debilidades como raza humana frente a una amenaza en ciernes.


 

Me encuentro escribiendo este post en medio de la crisis del COVID-19. Releer la obra de Schweblin en esta instancia significa conectarnos con nuestra vulnerabilidad. Desde el título percibimos la importancia de mantenernos a salvo, con conceptos que hoy guían nuestra vida como distanciamiento social o cuarentena.

Es por medio de esta distancia de rescate que una madre se siente alerta por el bienestar de sus hijos y es este mismo distanciamiento el que deberíamos guardar con respecto a invasiones virulentas, como gusanos invisibles que escapan la detección.


La historia se sitúa en el campo, donde el contacto del hombre con la naturaleza oculta los peligros de tal ambiente, esparcidos por la tierra y el agua que nos alimentan. El abuso de la industrialización para con el entorno nos lleva a reflexionar sobre las venganzas que la misma naturaleza se cobra cuando los eventos cambian drásticamente y nos volvemos las víctimas de nuestros descuidos. Quizá la concientización llegue tarde, pero llega.


Son dos personajes femeninos, Carla y Amanda, las que buscan desesperadamente soluciones para salvar a sus respectivos hijos, priorizando ante todo el instinto protector de su condición de madres. La secuencia de acciones se desarrolla a partir de las retrospecciones de un personaje que intenta volver sobre sus pasos para encontrar respuestas al mal que aqueja al pueblo. En un espacio que debería suponer un paraíso aislado de todo contacto infeccioso, es justamente aquí donde engañosamente se desenvuelve el origen de una enfermedad incurable e incomprendida.


“Lo llamo “distancia de rescate”, así llamo a esa distancia variable que me separa de mi hija y me paso la mitad del día calculándola, aunque siempre arriesgo más de lo que debería”.

Tanto el miedo a lo desconocido como las búsquedas místicas que intentan encontrarle un sentido a la salvación, ayudan a crear una atmósfera de desesperación y confusión para cualquier víctima de un contagio inexplicable. La lectura de Distancia de rescate no nos da respiro, averiguamos que algunos ya nacieron envenenados y deseamos entender qué es aquello que condena a este pueblo.


Escritora prolífica, Schweblin respeta y hace copartícipe al lector en un juego donde el punto final lo pone un estado emocional que no quiere negociar. Su elección de palabras es precisa y su interés recae en que podamos resignificar lo escrito. La voz del personaje de David nos guía a través del relato y va estableciendo límites entre los sucesos y los personajes, creando así un mecanismo de control sobre la narrativa.


Incluso con una formación cinematográfica, la escritora descarta que sus novelas sean consideradas más visuales que el resto de la literatura. Según Schweblin, el juego más precioso que hay es la tensión de invocar algo para un lector que lo piensa y lo plasma de alguna manera. El truco es ir en la dirección que va aquel que lee, pero no pisar directamente en la zona que está pensando para así sorprender.

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